Las cartas españolas de Carmela le hablan de la capital, de lo que a ella le gustaría ser, de un limeño colado en una fiesta del Club Loreto. Las cartas de Domingo, el limeño, anuncian noches de cocaína, hordas de metaleros y un niño que se resiste a abandonar el útero.
Esta es una novela descarnada sobre las imágenes que creamos de nosotros mismos para poder vivir y sobre la maldita costumbre que tiene la realidad de pulverizar esas imágenes.
En las páginas de Monólogo en blancohumo, Lima es el lugar al que nos arroja la vida, solo para escupirnos a la cara que no hay marcha atrás, y que las decisiones que tomamos se nos quedan marcadas en la piel como cicatrices. Los sueños, como el blancohumo de los cigarrillos, suelen desvanecerse en dirección al cielo, que siempre es la dirección opuesta a uno mismo.
Dice Richard Ford que la literatura es un refugio del que uno sale mejor equipado para vivir, porque nos permite vernos a nosotros mismos disfrazados en los personajes que leemos. Esta novela es como un espejo cuarteado, en el que aparecemos repartidos en pedazos tras los golpes.
Santiago Roncagliolo
No hay comentarios:
Publicar un comentario